miércoles, 4 de enero de 2017

EL CASTIGO DE LOS MONOS


      Esta es una antigua leyenda africana, nos cuenta que hace miles de años los humanos y los monos eran muy cercanos, es más vivían en las mismas aldeas y pueblos, incluso podían hablar, trabajar con ellos es decir eran sus iguales codo a codo.

      Un buen día los hombres decidieron celebrar por todo lo alto, con grandes tambores. Se llenaron los salones con bailes y festejos los cuales duraron varias semanas. Más de 200 tinajas de vino se terminaron y quien más bebió fue el mismo jefe de la tribu dejando atrás al resto de asistentes.

      Después de que acabaron las celebraciones, el jefe de la tribu tenía en su agenda ir a la zona de los monos a pesar que los efectos del alcohol y la tremenda resaca que sufría le hacían caminar penosamente y hasta las piernas le temblaban. Así con una mirada somnolienta pero aun con gran alegría por las festividades se dirigió ahí, sin embargo los monos al ver el mal estado del jefe de la tribu comenzaron a reírse de él y de su resaca. Primero el jefe de la tribu lo tomo tranquilamente hasta que un poco harto se retiró enfadado cuando considero que ya le habían faltado mucho el respeto.

      El jefe de la tribu de los hombres dirigió sus quejas ante el dios Nzamé por como lo trataron los monos y al parecer sus quejas fueron escuchadas. El dios Nzamé mandó llamar al líder de los monos para escuchar lo que tenía que decir, sin embargo este mantuvo la boca cerrada guardando silencio como respuesta. El dios Nzamé le condeno a vivir por el resto de sus días al servicio de los hombres para reparar la falta.

      Sin embargo cuando los hombres requirieron del trabajo de los monos, estos les dijeron que jamás le servirían. El jefe de la tribu de los hombres pensó en un plan para poder castigar esta falta grave.

      Una nueva celebración aconteció y varias tinajas de vino se repartieron, sin embargo algunas ellas tenían narcóticos las cuales tenían una marca distintiva para que los hombres no lo bebieran por error. Al llegar los monos comenzaron a bailar y a beber sin control hasta que los narcóticos hicieron efecto y cayeron dormidos, los hombres rápidamente los maniataron.

      Poco a poco diversos dolores hicieron despertar a los monos quienes al estar conscientes se dieron cuenta que los apaleaban y azotaban, sin éxito esquivaban los golpes y así a la fuerza fueron relegados a realizar las peores tareas de la aldea.

      Después de un tiempo denunciaron este mal trato y se enfrentaron contra los hombres, sin embargo estos como respuesta decidieron cortarles la lengua. Al final los monos escaparon a lo más profundo de la selva donde a falta del habla emiten chillidos, saltando y aullando como cuando eran azotados en la antigüedad.


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