lunes, 2 de enero de 2017

LA PIEL DEL COCODRILO



      Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, los cocodrilos tenían la piel lisa y dorada. Tan lisa y dorada, que parecía de oro. Y dicen también, que los cocodrilos se pasaban el día debajo del agua. A los cocodrilos les encantaban las aguas llenas de barro y sólo salían de allí durante la noche. 

      Cada vez que los cocodrilos salían de su agua embarrada, la luna se reflejaba en su piel lisa y brillante, y todos los animales que iban a esa hora a beber agua al pantano, se quedaban boquiabiertos, admirando la hermosa y resplandeciente piel dorada de los cocodrilos.

      Los cocodrilos, orgullosos por este efecto que causaba su piel, decidieron salir del agua durante el día. Así podrían presumir de su piel bajo los rayos del sol. De esta forma, los animales del lugar comenzaron a ir a beber agua no sólo por la noche, sino también durante el día, porque no querían dejar de admirar la maravillosa piel de los cocodrilos. 

      Pero sucedió que el sol, fuerte y brillante, comenzó a secar la piel de los cocodrilos. Y como además ésta tenía una capa de barro, cada día se ponía más y más fea.

      Al ver este cambio en la piel de los cocodrilos, los demás animales comenzaron a dejar de admirarles. Según pasaban los días, los cocodrilos tenían la piel más y más cuarteada, y los animales dejaron de ir al pantano para contemplarla.

      Con el tiempo, los cocodrilos tenían la piel tan estropeada que se quedaron con ella como la tienen ahora, llena de escamas pardas y duras. Los demás animales, claro, dejaron de ir a beber durante el día. Y los cocodrilos dejaron de causar admiración.

      Los cocodrilos nunca se recuperaron de la vergüenza y humillación y desde entonces, cuando otros se le acercan se esconden rápidamente en el agua. Asoman sólo ojos y nariz.


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